Lejos de los barrios rojos y del bullicio, este gangsta negro llega a París para pasarlo bien de incógnito. Nadie podrá interrogarle mientras busca culos gays que romper. Pechugón, bien dotado, con pura actitud de chico malo, no tarda en dejarse mirar por la calle por un negrito parisino. Aquí, no hay que ser discreto: nos enrollamos en la calle, hablamos de turismo y nos vamos al piso más cercano para una visita en profundidad de los agujeros. ¿Qué sentido tiene ir a las catacumbas cuando se puede disfrutar de un paseo en una dócil y putilla bola de pasividad? Enfrentado a la lopsa con suspensorio, el semental se empalma y se desahoga en su coño hasta que todo se acaba.